Uno de los grandes problemas al usar colores fuertes en una decoración de interiores es que corremos el riesgo de “endurecer” la ambientación, es decir, de crear un espacio muy cargado, demasiado fuerte y hasta oscuro, de tal manera que no se pueda conseguir mantener el ambiente acogedor y cálido que deseamos para nuestros hogares.
Pero lo cierto es que el uso de colores fuertes dentro de casa es posible si tenemos en cuenta algunos detalles que nos van a permitir combinarlos con el resto de los elementos que conforman la decoración.
Lo que sí queda claro de antemano es que no podemos pretender utilizar colores fuertes en todos los elementos de la habitación, y esperar tener una estancia equilibrada y con la armonía deseada. La clave de todo está en las correctas combinaciones que hagamos entre el color fuerte elegido, y el resto de los muebles y demás accesorios del recinto.
Si deseamos pintar las paredes utilizando un color fuerte, lo más recomendable es hacerlo con solo una de ellas –a lo sumo dos-, pero teniendo en cuenta que las otras paredes y el techo deben ayudar a contrarrestar perfectamente la carga.
Por lo general, es una pared –quizás la de mayor superficie- la que se elige para este propósito, la que se debe complementar con uno o dos elementos de igual color dentro de la habitación, y así encontrar el punto de enlace correcto. Es decir, que podemos ubicar un mueble, una alfombra, una cortina, los marcos de los cuadros o algunos adornos pequeños y medianos con ese mismo color fuerte.
De igual manera, si no se trata de las paredes sino de otra área de la habitación a la que se le quiera añadir un color fuerte, lo ideal es compensarlo con otros colores claros como el blanco o crema para que el espacio no luzca demasiado frío y oscuro. Y aquí también se deberán buscar los enlaces y el equilibrio necesarios complementando con adornos, muebles u ornamentaciones que den el balance adecuado.
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